Una de las enseñanzas más importantes del Buda es la enseñanza a Bahiya (Samyutta Nikaya 47, 15-17). Era un asceta que vivía en la costa oeste de la India. Tenía muchos seguidores, pero sentía que no había alcanzado la libertad suprema. Cuando se enteró de la existencia del Buda, quiso desplazarse cientos de kilómetros, para recibir sus enseñanzas.Tras realizar el viaje de varios días, cuando Bahiya vio al Buda le suplicó:
«Que el Bienaventurado me enseñe el Dharma».
El Buda accedió a instruirle: "Así, Bahiya, es como debes entrenarte –respondió el Venerable–. En lo visto, deja que solo haya lo visto; en lo oído, que solo exista lo oído; en lo sentido, que solo haya lo sentido, y en aquello de lo que soy consciente, solo aquello de lo que soy consciente. De esa forma, Bahiya, no pensarás «por ser de este modo...», o «por tanto...» (y no generarás proliferaciones mentales). De esta forma, tu mente no estará allí (en el objeto). Cuando tu mente no esté allí, ni aquí ni entre medio (y, por tanto, no se desarrolle la sensación del yo), ese será el fin del sufrimiento.
Al oírlo, Bahiya y varias personas que estaban escuchando las enseñanzas alcanzaron la Iluminación de forma inmediata. Curiosamente, como si fuese una profecía, Bahiya falleció ese mismo día, atacado por una vaca que protegía a su becerro.
Esta enseñanza a Bahiya se considera extraordinaria por estas razones:
En el siguiente discurso, el Buda nos da otra clave para habitar en la vacuidad. Dice:
"Para entrar y morar en la vacuidad internamente, no prestes atención aningún signo".(Majjhima Nikaya 122,6)
Signo significaría tanto cualquier objeto de los sentidos como tales (p. ej.,una persona), como algo percibido respecto al objeto (p. ej., que la persona tiene una lesión de psoriasis en la piel), como una característica del objeto (p. ej., que la persona es tacaña). La recomendación es, sea cual sea el signo que hayamos observado, no prestarle atención; es decir, percibirlo y dejarlo pasar. De nuevo, la clave es no proliferar, no generar más pensamientos sobre él.
Solo podremos morar en la vacuidad si quitamos nuestra energía mental a los objetos.
Un ejemplo clásico de prestar atención a los signos está en la parábola de los dos monjes:
"Dos monjes zen estaban cruzando un río. Se encontraron con una mujer joven y hermosa que se estaba ahogando al intentar cruzarlo porque no sabía nadar. El monje más anciano la salvó y la subió sobre sus hombros para llevarla hasta la otra orilla. El otro monje, que era mucho más joven, estaba furioso. No dijo nada, pero hervía por dentro. Sabía que, según la regla monástica theravada, tocar a una mujer estaba prohibido para un monje. Su compañero no solo la había tocado, sino que la había llevado sobre los hombros. Recorrieron varias leguas y, cuando llegaron al monasterio, mientras entraban, el monje joven, que estaba muy enfadado, se volvió hacia el otro y le dijo:
–Tendré que decírselo al maestro. Tendré que informar acerca de esto. Está prohibido
–¿De qué estás hablando? ¿Qué está prohibido? –le preguntó el otro.
–¿Te has olvidado? Llevaste a esa mujer sobre tus hombros –dijo el joven.
El otro monje se rio y luego dijo:
–Sí, yo la llevé sobre mis hombros, pero la dejé tras cruzar el río. Tú todavía la estás cargando."
(Fuente: García Campayo J. Vacuidad y no dualidad. Kairós, 2022)
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