November 19, 2020

La ecuanimidad

CONCEPTO DE ECUANIMIDAD

Se define este concepto como “una manera de estar presente en el placer sin apego, y de estar presente en el dolor sin resistencia”. Los seres humanos estamos diseñados para hacer todo lo contrario: apegarnos al placer y rechazar el dolor. También se ha descrito como un rasgo o estado mental, difícil de alcanzar y que requiere práctica, que no puede ser afectado por sesgos y preferencias, y que permanece estable, independientemente de que en la experiencia exista dolor o placer. Es un estado mental que nos protege de la agitación emocional en situaciones de alegría o adversidad. La ecuanimidad implica imparcialidad, de esta manera, podríamos aproximarnos a las experiencias agradables, desagradables y neutras con igual interés. No existe negación, represión, juicio o aversión a ninguna vivencia negativa, ni tampoco sobreexcitación ante situaciones positivas. Con el tiempo, y al igual que ocurre con mindfulness y compasión, no hace falta practicar la ecuanimidad sino que se instala de forma natural en nuestro continuo mental.

Autores como Thich Nhat Hanh dicen que la ecuanimidad es como subir a la cima de una montaña para poder contemplar todo el paisaje con perspectiva. Esa perspectiva es la profunda comprensión de la interrelación entre todos los seres que vivimos en este mundo y que las relaciones que mantenemos entre nosotros (amigo, enemigo, etc.) son relativas e impermanentes.

Hay diferencias entre mindfulness (es la habilidad de permanecer consciente de forma voluntaria de lo que está ocurriendo en el campo de la experiencia) y ecuanimidad (es la capacidad de permanecer equilibrado y sin sesgos facilitando una actitud de no-apego y de no-resistencia). Por otra parte, en la tradición budista se distingue claramente entre ecuanimidad e indiferencia. Esta última implica apatía y letargo, y su causa es la ignorancia sobre la auténtica naturaleza de las cosas. La indiferencia se considera un enemigo de la ecuanimidad, ya que la ecuanimidad no es una actitud de fría indiferencia, sino de imperturbabilidad mental. En suma, la ecuanimidad no implica suprimir las emociones ni renunciar al tono afectivo que se asocian a las experiencias de la vida diaria.

PRÁCTICAS FORMALES DE ECUANIMIDAD

Todos somos iguales 

En las tradiciones orientales existen varias prácticas para el desarrollo de la ecuanimidad. Las dos que incluimos aquí son las más utilizadas en oriente, las más accesibles para nosotros los occidentales y las que se han incluido en algunos protocolos y guías de mindfulness y compasión. 

Adoptamos la postura de meditación habitual y tomamos conciencia del cuerpo. Posteriormente, focalizamos la atención en la respiración durante algunos segundos.  Traemos a nuestra mente, personas importantes de nuestra vida, tanto amigos como enemigos, así como indiferentes. Pensamos en que todos los seres humanos son iguales que nosotros en tres aspectos: a) Todos queremos ser felices y vernos libres del sufrimiento, b) Todos estamos mediatizados por emociones y conductas negativas y atrapados por la estrecha visión que considera que nosotros y los demás somos diferentes, y c) Todos los seres humanos poseemos una capacidad innata para la bondad que ha sido oscurecida por esta visión autocentrada, egoísta y limitada. Nos mantenemos unos minutos pensando en estas razones hasta que sentimos que disminuye esa separación que se extiende entre nosotros y los demás. Progresivamente, volvemos a dirigir nuestra atención a la respiración y al cuerpo y podemos ir finalizando la práctica.

La falacia de las categorías

Esta es una práctica descrita por Kamalasila, el erudito budista del siglo VIII. Los seres humanos dividimos el mundo en tres grandes categorías: lo que nos gusta, lo que no nos gusta y lo que nos es indiferente. Lo mismo hacemos con las personas, a quienes las clasificamos como amigos, enemigos e indiferentes. Pero, realmente, esta clasificación no tiene mucho sentido porque estas categorías a) sólo dependen de nosotros (ej: alguien que es enemigo nuestro seguro que tiene también amigos y alguien que es nuestro amigo seguro que también tiene enemigos y personas a quien no les cae bien) y b) Es cambiante  a lo largo del tiempo (ej: todos tenemos amigos que hemos perdido y que incluso han pasado a ser enemigos). 

LA PRÁCTICA DE LA FALACIA DE LAS CATEGORIAS

Adoptamos la postura de meditación que solemos utilizar habitualmente. Realizamos varias respiraciones profundas, con atención, para tranquilizarnos y poder dejar pasar emociones y pensamientos previos. 

Paso 1. Amigos que se convierten en indiferentes o enemigos. 

Traemos a nuestra mente a varias personas; la primera de ellas puede ser un  “amigo” con él que a lo largo de nuestra vida, hayamos perdido la relación y no sepamos nada de él (se ha convertido en alguien “indiferente” para nosotros). La segunda persona es alguien a quién probablemente queríamos mucho o nos llevábamos bien, pero tras haber tenido dificultades en nuestra relación ha terminado convirtiéndose en un “enemigo” (a menudo, con las exparejas se produce este proceso, aunque también es muy frecuente en amigos y en personas con las que existe un relación estrecha).  

Nos quedamos unos segundos sintiendo como fue el proceso y cómo era inimaginable que esta persona tan importante para nosotros, en el momento en que nuestra relación era más intensa, se pudiese convertir en indiferente o incluso en un enemigo.

Paso 2. Indiferentes que se convierten en amigos y enemigos.

Podemos seleccionar ahora, a cualquiera de nuestros amigos y ver cómo, antes de que fuese amigo, era una persona indiferente y mediante un proceso progresivo de conocimiento y relación, se convirtió en el amigo que es ahora. 

Pensemos también en algún enemigo que no haya sido amigo previamente (compañeros de trabajo, vecinos, etc.). Eran inicialmente indiferentes pero en base a un cruce de palabras, una discusión o una conducta, les consideramos enemigos y nos caen mal. 

Paso 3. Enemigos que se convierten en amigos o indiferentes.

Podemos pensar también en algún enemigo o persona que nos llevemos mal, y que por determinadas circunstancias externas (ha podido ayudarnos por alguna razón o es posible que con el tiempo haya mejorado nuestra relación, etc; puede haber muchos motivos) ha acabado convirtiéndose en un amigo. Es frecuente con familiares con los que nos reconciliamos o con amigos con los que hemos discutido. También podemos pensar en enemigos que se han trasladado de ciudad o con los que no tenemos apenas trato, y que progresivamente se han convertido en indiferentes para nosotros.

Paso 4. La inestabilidad de nuestras relaciones actuales.

Si vemos nuestro actual entorno de amigos y enemigos, y pensamos cómo será nuestra vida en 5, 10 o 20 años, entendemos que algunos de nuestros actuales amigos serán entonces indiferentes o enemigos. También habrá nuevos amigos que se hayan producido desde personas que eran indiferentes y es posible que algunos de nuestros futuros enemigos sean ahora amigos nuestros. Nos quedamos unos segundos pensando en ello. 

Es decir, comprendemos que estas categorías que nosotros mismos generamos son temporales y subjetivas, que pueden cambiar en cualquier momento, y que nuestra relación con las demás personas debe ser ecuánime, desde una perspectiva global de toda nuestra vida, no desde una foto fija temporal que siempre va a cambiar. Por otro lado, mantenernos en esta distinción constante de amigo (persona a la que quiero), enemigo (ser al que odio) e indiferente o neutro (alguien que pasa desapercibido o que me da igual) refuerza sentimientos de aislamiento, evitando sentirnos conectados a otras personas. Nos quedamos unos segundos reflexionando sobre estos temas y, cuando consideremos que es adecuado, ponemos fin a la práctica.  

(Fuente: García Campayo J. Coómo aumentar la calidad y la profundidad de la meditación. Madrid: El Rincón de Mindfulness, 2019) (Foto: Estatua de Milarepa, el gran meditador del Tíbet. Monasterio Dag Shang Kagyu, Panillo, Huesca)

#mindfulness #compasión #meditación #práctica

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