No queremos volvernos estúpidos perdiendo nuestra capacidad analítica. La mente siempre va a generar pensamientos. El objetivo de mindfulness es hacerse consciente del proceso del pensamiento y de las emociones, pero no dejar de pensar o sentir. Cuando queramos pensar lo haremos, y de forma especialmente eficaz porque no habrá pensamientos distractores. Pero cuando no necesitemos pensar, la mente no generará diálogo interno inútil, sino que estará en silencio.
Dado que las prácticas de meditación surgen en entornos monásticos, en los que uno se aparta de la vida normal, y con el objetivo de alcanzar la Iluminación, se piensa que mindfulness tiene el mismo objetivo. Por el contrario, lo que se pretende es llevar mindfulness a la vida diaria para hacernos más conscientes de las cosas y procesos mentales. Lógicamente tampoco incluye experiencias disociativas.
El deseo secreto de muchas personas es que mindfulness les permita no sentir las emociones. Al principio es lo contrario, las emociones son más sentidas porque no usamos mecanismos de defensa o evitación, como es la distracción con otras actividades o con la comida. En mindfulness se regulan las emociones al hacernos conscientes de cómo surgen y al no reaccionar ante ellas, pero no se suprimen. Lo que ocurre es que no nos quedamos enganchados a ellas, positivas o negativas, desaparecen cuando realizamos otra actividad, porque la atención se centra en el siguiente momento presente, no en las emociones pasadas.
Más que escapar del dolor, mindfulness nos ayuda a no reaccionar impulsivamente y a aceptarlo. Nos hacemos conscientes de que el sufrimiento surge cuando reaccionamos violentamente ante él, cuando protestamos o lo evitamos, en lugar de aceptarlo momento a momento.
No es una voz interna que continuamente evalúa nuestros actos, pensamientos y sentimientos, generalmente de forma crítica. Los momentos de mindfulness son no conceptuales, no verbales, no se enjuicia la experiencia.
Parecería que estar sentado meditando es una práctica egoísta, comparada con otras actividades de fuerte contenido social. Sin embargo, no siempre la ayuda tiene una motivación desinteresada. Meditar sirve para entender por qué hacemos lo que hacemos y, como demuestran los estudios, para aumentar nuestra capacidad de empatizar con los demás seres humanos. Así, de una forma natural, las personas que meditan desarrollan un compromiso social progresivo, consecuencia lógica del debilitamiento del ego.
Hay personas que esperan encontrar resultados en las primeras meditaciones. Los estudios demuestran que en 8-12 semanas pueden obtenerse cambios psicológicos significativos, con prácticas formales diarias de unos 20-30 minutos (García-Campayo y Demazro, 2018). Pero la práctica de la meditación debe incluirse de forma habitual en nuestra vida para mantener los resultados.
Debido a la relación de mindfulness con las tradiciones orientales y al desconocimiento de la técnica en occidente, han surgido una serie de prejuicios y mitos sobre mindfulness que conviene aclarar. Podríamos clasificarlos como mitos o prejuicios negativos y positivos.
Mindfulness es patrimonio de la humanidad, es una cualidad innata de la mente humana, que es independiente de cualquier grupo étnico, religión o cultura. Cualquiera pude practicar mindfulness y obtener beneficios asociados a la técnica.
Mindfulness no requiere ningún tipo de postura tradicional oriental (ej.: loto, semiloto, etc.). Aunque es posible usar estas posturas clásicas de meditación, mindfulness puede realizarse perfectamente sentado en una silla. De hecho, puede ser practicada por personas con incapacidad, que tengan movilidad limitada, tumbados en el suelo, o usando una colchoneta. La inmovilidad absoluta, fuertemente recomendada en disciplinas como el budismo zen, no se aplica en mindfulness.
Los estudios demuestran que con solo un programa de formación estándar de 8 sesiones de 90 minutos a razón de una sesión por semana (es decir, de unos 2 meses de duración), y con una práctica personal diaria de unos 20 minutos, se producen cambios importantes, no solo a nivel psicológico, sino incluso a nivel de pruebas de neuroimagen (Hasenkamp y cols, 2012).
En los últimos años se han descrito múltiples estudios que demuestran, como veremos en el próximo capítulo, que mindfulness es eficaz en diferentes enfermedades psiquiátricas y somáticas. Esta eficacia no se debe a efecto placebo, sino a mecanismos de acción que empiezan a ser conocidos y que también describiremos en el Capítulo 16.5.- SOLO ES EFICAZ SI CREES EN MINDFULNESS. Todos los estudios confirman que creer o no creer, es decir, la actitud inicial hacia mindfulness, no es relevante para predecir la eficacia. Lo que más correlaciona con el efecto de mindfulness es el tiempo y la regularidad dedicados a la práctica, tanto formal como informal.
Mindfulness es eficaz para el desarrollo del bienestar psicológico en individuos sanos y también para el tratamiento de enfermedades tanto psiquiátricas (depresión, ansiedad, trastorno obsesivo, adicciones, trastornos de conducta alimentaria) como somáticas (hipertensión, cáncer, dolor crónico, fibromialgia). Solo en pacientes con esquizofrenia o psicosis es recomendable realizar ciertas modificaciones a la técnica.
Una idea errónea frecuente entre las personas que les gusta mindfulness o la meditación, es pensar que este tipo de terapias son eficaces en todo tipo de enfermedades y pueden sustituir a otros tratamientos (tanto psicológicos como farmacológicos). Mindfulness no vale para todo, ya que sus indicaciones son precisas y basadas en la evidencia científica. Cuando se emplea como psicoterapia debe ser administrado exclusivamente por un profesional. Puede usarse, sin problema, asociado a tratamiento farmacológico.
Incluso una técnica tan inocua como mindfulness puede presentar algunos efectos no esperados. Generalmente, son sensaciones físicas o emocionales transitorias que pueden surgir ocasionalmente durante la práctica, sobre todo en principiantes. Las más frecuentes son aumento transitorio de la ansiedad, sensación de falta de sentido en la vida, sensaciones extrañas (tipo visiones de luz, sensación de expansión más allá del cuerpo, etc.). Remiten espontáneamente, pero deben conocerse.
FUENTE García Campayo J. Nuevo Manual de Mindfulness. Barcelona: Siglantana, 2018.
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