Un tema importante para conocer hasta qué punto puede entrenarse el mindfulness es la heredabilidad genética del mindfulness rasgo.
El único estudio hasta el momento sobre el tema, realizado por Waszczuk y sus colaboradores (2015) con 2.100 gemelos de 16 años, evaluó sus niveles de mindfulness y confirmó que este es heredable en un 32%. El 66% de los niveles de mindfulness se debe a factores ambientales no heredables.
En el futuro habría que investigar cuáles son los genes que codifican el mindfulness y qué factores ambientales son los que más desarrollan esta cualidad. La conclusión, en cualquier caso, es que el mindfulness, aunque posee un componente genético que explicaría por qué unas personas presentan mayores niveles de mindfulness que otras como rasgo de personalidad, es básicamente entrenable y que todos los individuos, independientemente de lo mindfulness que sean como rasgo de personalidad, pueden aumentar sus niveles de atención plena.
Muy relacionado con este aspecto se encuentra la epigenética, la cual se puede definir como el conjunto de modificaciones bioquímicas heredables que regulan la expresión de los genes sin cambiar la secuencia del ADN (Akbarian y cols., 2013). Es el resultado de las interacciones entre genes y ambiente que se producen en los organismos.
Los principales mecanismos epigenéticos para la regulación de los genes incluyen la metilación del ADN, modificación de histonas o la acción silenciadora del ARN no codificante. Los patrones de metilación del ADN tienen un impacto en la expresión de los genes en el cerebro humano y en la sangre (Horvath y cols., 2012). Por otro lado, patrones aberrantes de metilación del ADN están involucrados en un aumento del número de enfermedades comunes (Bergman y Cedar, 2013; Heyn y Esteller 2012), incluyendo trastornos mentales y neurológicos.
La falta de herramientas o habilidades para el manejo del estrés puede ayudar al desarrollo de enfermedades crónicas y al envejecimiento acelerado (Epel y cols., 2009; Juster y cols., 2010; Karatsoreos y McEwen, 2011). Por ello la importancia de comprender cómo diferentes técnicas de manejo emocional pueden inducir cambios a nivel neurofisiológico y celular. Los factores ambientales como la dieta, el ejercicio físico, la meditación o los diferentes estilos de vida pueden influir en funciones corporales, como la respuesta y comportamiento ante el estrés, a través de vías extracelulares e intracelulares que interactúan con la maquinaria epigenética (Graff y cols., 2011).
Sin embargo, hasta la fecha, poco se conoce sobre las modificaciones que la práctica del mindfulness puede inducir en el epigenoma. Un reciente estudio ha mostrado que la meditación hace decrecer la expresión de los genes de la histona deacetilasa, los cuales están involucrados en la remodelación de la cromatina y en la expresión de los genes. El mismo estudio sugiere que el mindfulness produce efectos beneficiosos en sujetos con enfermedades crónicas relacionadas con la inflamación, influyendo en los mecanismos similares a los que se dirigen diferentes fármacos antinflamatorios o inhibidores de la ciclooxigenasa (Kaliman y cols., 2014). Otro estudio confirma que el mindfulness puede modificar la expresión epigenética, sobre todo permitiendo que se desactiven genes relacionados con el estrés (García Campayo y cols., 2018).
Poco a poco se empieza a arrojar algo de luz sobre los mecanismos que subyacen a los efectos de la práctica del mindfulness en la salud humana y la enfermedad a nivel molecular.
Si quieres conocer más en profundidad este tema, los estudios realizados hasta el momento sobre el mismo, o cualquier tipo de información acerca de la evidencia científica del mindfulness, no dudes en leer “¿Qué sabemos del Mindfulness?”, un completísimo libro que reúne prácticamente toda la evidencia científica acumulada en los casi cuarenta años de la existencia de los programas modernos de mindfulness.
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