Esta es la pantalla en la que se encuentran las personas que nunca han meditado, es decir, la mayoría de la humanidad. Su principal rasgo es la existencia de diálogo interno continuo.
Todas las ciencias como la filosofía o la psicología-psiquiatría, están basadas en el principio de que el ser humano está sometido a diálogo interno continuo. Por eso no pueden entender otros niveles de la mente, que han sido considerados «fenómenos religiosos», cuando no «paranormales», en vez de simples estadios del entrenamiento de la mente. Las características de este primer nivel son las siguientes:
En esta pantalla se entra cuando se empieza a practicar meditación de forma regular. Se caracteriza por la aparición de la metacognición o de la figura del «observador». Este es un proceso progresivo, ya que, inicialmente, el observador es muy débil, mientras que los contenidos de la mente (sensaciones, pensamientos, emociones e impulsos) son muy intensos.
Con la práctica de la meditación hay un cambio progresivo, y cada vez el observador está más desarrollado y los contenidos de la mente son menos intensos, aparecen menos tiempo, y se genera el fenómeno de «derrealización»; es decir, no nos los creemos ni nos identificamos con ellos, comprendemos que son el simple juego de la mente.
Lo que describimos a continuación es el funcionamiento durante la práctica meditativa, ya que en la vida diaria, fuera de la práctica, el individuo suele estar en la pantalla 1. La mayor parte de la humanidad que practica meditación no progresa más allá de esta pantalla.
Funcionamiento de la mente:
Se caracteriza por la aparición de un observador muy potente, que no posee ninguna característica biográfica. Apenas hay fenómenos mentales ni diálogo interno, por lo que se observa el vacío de la mente y el observador no posee ninguna característica, ya que el diálogo interno ya no sustenta al yo biográfico.
A esta pantalla se tiene acceso ocasionalmente en el nivel anterior, pero se considera que se está en este nivel cuando se puede permanecer durante unos minutos en este estado. En general, los practicantes experimentados pueden alcanzar esta pantalla hacia los 5-15 minutos (cifras muy variables según las personas) desde el inicio de la práctica meditativa formal.
No existe casi diálogo interno ni contenidos mentales. Si ocasionalmente aparecen, son poco intensos y duraderos, y existe una clara sensación de que no son la realidad, sino solo fenómenos producidos por el juego de la mente.
No puede haber fusión cognitiva porque no hay casi contenidos mentales durante la práctica formal. En los periodos fuera de la práctica, esta fusión es poco intensa, porque el observador es muy potente.
Los «huecos» sin actividad mental son duraderos, por lo que puede observarse claramente el vacío de contenidos mentales. Este fenómeno se caracteriza por ser:
Cuando se permanece tiempo en la pantalla 3, en un momento dado, como solo hay vacío de contenidos mentales y nada que observar, el observador se vuelve sobre sí mismo. En ese momento, el perceptor ya no está en la parte posterior del espacio de la mente, sino que desaparece, se diluye como si fuese un gas y tiene la sensación de estar presente en todo el campo de consciencia, no en un sitio fijo. No obstante, todavía siente que el espacio en el que se desarrolla la experiencia está constreñido al espacio de la mente, que no está conectado con el resto del Universo, con el Todo. Por eso, aunque el espacio de la mente se percibe como ilimitado, se siente como cerrado, no conectado a todo lo demás. Este proceso de pasar a la cuarta pantalla no se puede forzar ni perseguir de forma voluntaria (lo que constituiría «modo hacer»), sino que surge de manera espontánea en la mente como resultado de solo observar sin ninguna expectativa («modo ser»). Aunque se pueden tener experiencias de no-dualidad, ocasionalmente en la pantalla anterior, se considera que se ha estabilizado esta pantalla si en la mayoría, o en todas las prácticas meditativas formales, uno alcanza este estado a los pocos minutos del inicio. Este no es un estadio único, sino que tiene muchos niveles distintos de profundidad, que han sido descritos en las tradiciones meditativascomo «estados de absorción».
Pocas personas en la historia de la humanidad han alcanzado este estado. En la pantallas anteriores no se tiene ninguna experiencia de este tipo, ya que es específica de este nivel. Puede tenerse una sola vez en la vida o, como mucho, unas cuantas veces, pero no puede ocurrir en cada meditación como sí que puede ocurrir con las experiencias del resto de las pantallas.
Consiste en la vivencia de no dualidad, pero no solo constreñida al espacio ilimitado de la mente, sino que se siente la conexión con todo el universo. La mente conoce de forma no conceptual e inmediata la experiencia de todos los universos posibles en los tres tiempos (pasado, presente y futuro), de modo que no existen barreras espaciales ni temporales, ni barreras al conocimiento. Se conecta con el inconsciente individual y colectivo que se hacen, por fin, conscientes. La experiencia es de muerte, de disolución de la individualidad, de pérdida de control. Hay una resistencia inconsciente a este proceso que puede retrotraer a la mente a pantallas previas. Pero si uno se abandona entra en el Nirvikalpa Samadhi.
La experiencia puede durar horas o días. La recuperación de todo el sistema nervioso después de esta vivencia puede tardar semanas o meses. Es de tal intensidad que no se puede llevar en los días posteriores una vida normal como la entendemos, por eso la experiencia solo ocurre en personas que están en retiros meditativos, alejados del mundo.
(Fuente: García Campayo J. Vacuidad y no dualidad. Kairós, 2022)
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