¡Quién necesita piedad,
sino aquellos que no tienen compasión de nadie!
Albert Camus
Las dificultades con el concepto y las emociones asociadas a compasión son relativamente frecuentes y ocurren en las fases iniciales de la terapia. Las principales dificultades son las siguientes:
1.- Rechazo al concepto de compasión: Es muy frecuente y tiene, principalmente, un componente cognitivo. Se produce porque el concepto de compasión predominante en países hispanoparlantes, se asocia a una connotación de superioridad por parte de quien la otorga, lo que produce rechazo. En capítulos previos se insiste en que no es así, que la compasión es un sentimiento entre iguales cuyo objetivo es ayudar a que tanto uno mismo, como los demás seres, puedan ser felices y capaces de aliviar su sufrimiento cuando se encuentran mal
2.- Miedo a la compasión: Suele aparecer en personas con el modelo de apego “de rechazo”, es decir, que han recibido un cuidado inadecuado y que han tenido que confiar exclusivamente en sí mismos para salir adelante. Con estas experiencias biográficas, el individuo siente que compasión es sinónimo de debilidad y que, en un mundo tan competitivo como el actual, le conducirá al fracaso. A veces piensan que van a dar pena o que resultarán patéticos si aceptan compasión/afecto de otras personas.
3.- Miedo al exceso de compasión (realmente, miedo al exceso de empatía): Tiende a aparecer en personas con un yo débil, que se identifican fácilmente con el entorno y que hacen suyos los sufrimientos de los otros, cayendo en cierta desdiferenciación. Estas personas, aparentemente muy empáticas, no son buenos profesionales sociosanitarios, porque no van a poder poner la suficiente distancia entre ellos y sus pacientes/clientes como para poder ver el problema objetivamente y ayudar. Tienden a caer rápidamente en el burnout (quemado profesional) y la depresión. Lo que muestran es “fatiga de la empatía” por exceso de sobreidentificación. Conscientes de esta debilidad han optado por despegarse emocionalmente del entorno y tienen miedo a ser demasiado compasivos (realmente a no poder controlar su exceso de empatía). La práctica de mindfulness les puede ayudar, pero no siempre es fácil modificar ese rasgo caracterial.
4.- Convencimiento de la incapacidad de desarrollar compasión: Suelen ser personas con elevada autocrítica y baja sensación de autoeficacia, que generalmente han tenido también padres muy críticos (“castrantes” como se definen en la terminología psicodinámica). Esta sensación de que van a fracasar les ocurre no sólo en este tema, sino siempre que inician cualquier actividad, ya que poseen muy baja autoestima. Hay que explicarles que la compasión puede ser desarrollada por cualquier persona independientemente de sus características, porque sólo implica un cambio de relación con uno mismo fácil de aprender.
5.- Convencimiento de no ser digno de compasión: Frecuente en trastornos de personalidad límite y en personas con modelo de apego “temeroso”. Los individuos que han sufrido maltrato infantil desarrollan la idea de que ellos son culpables del maltrato, y que no son dignos de ser queridos (porque no fueron queridos en la infancia). En los casos leves puede trabajarse, pero los más graves suelen requerir terapias específicas para el trauma como el EMDR u otras, que pueden asociarse a la terapia de compasión.
6.- Horror ante la incapacidad de generar compasión: Es frecuente que algunas personas se horrorizan ante su dificultad, y a veces incapacidad, de dar compasión incluso a amigos y seres queridos. Este hecho es frecuente. Generalmente va asociado a no haber recibido afecto explícito, con manifestaciones físicas (tipo abrazos, besos, etc), por lo que el individuo esta desentrenado en este tema y tiene que “aprender” a ser afectivo.
En general, todas estas situaciones no suelen ser causa de abandono de la terapia de compasión, pero sí una dificultad a trabajar durante la práctica.
(Fuente: Garcia Campayo J. La práctica de la compasión. Siglantana, 2018)
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