Mindfulness es una traducción de la palabra sati, que proviene de la lengua pali, y que es uno de los idiomas en los que fueron escritos los discursos de Buda hace unos 2.500 años. Sati tiene una traducción compleja, ya que en el budismo es un concepto amplio. Es lo opuesto a funcionar en piloto automático, de “soñar despierto”. Significa poner atención en aquello que ocurre en el momento presente. Pese a que, habitualmente, mindfulness se traduce como “atención plena”, “observación clara” o “conciencia plena”, incluye más aspectos. Por ejemplo, otra posible traducción del término es “memoria” o “recordar”, en el sentido que un fenómeno para que sea recordado o “exista” en nuestra mente, es necesario haberlo vivido con atención o con consciencia plena.
El budismo y sus técnicas meditativas empezaron a ser conocidas en occidente desde finales del siglo XIX, siendo hacia mediados del siglo XX cuando la psicología empieza a prestarle atención para utilizar algunas de sus enseñanzas como psicoterapia. Pero el hito más importante para el desarrollo de mindfulness en occidente fue la fundación, en 1979, del Center for Mindfulness, en la Universidad de Massachusetts (EEUU), por parte de Jon Kabat-Zinn, desarrollando la técnica de “Reducción de Estrés basado en la Atención Plena” (the Mindfulness-Based Stress Reduction Program – MBSR). Kabat-Zinn consigue extraer la esencia de las técnicas meditativas budistas, eliminando cualquier reminiscencia religiosa o cultural, permitiendo que pueda ser practicada por cualquier persona, independientemente de sus creencias. Posteriormente, se han desarrollado otras técnicas y protocolos terapéuticos basados en mindfulness adaptados específicamente a diferentes patologías o entornos.
Se considera que mindfulness puede ser aplicado en tres contextos diferentes (García-Campayo y Demarzo, (2018):
La práctica va dirigida a pacientes que presentan un diagnóstico médico o psiquiátrico y que quieren curar o mejorar una enfermedad específica (ej: depresión, ansiedad, dolor crónico). En estos casos mindfulness suele utilizarse siguiendo protocolos terapéuticos y la administran profesionales sanitarios con experiencia en cada tipo de patología.
La práctica va dirigida a la población general, personas que no tienen ningún diagnóstico clínico y que buscan mejorar su salud general y su bienestar psicológico (ej.: disminuir rumiaciones, afrontar mejor las situaciones adversas, regular mejor las emociones…). También pueden emplearse protocolos estructurados, aunque no es imprescindible, y pueden administrarla personas formadas en la terapia, pero no es necesario que sean profesionales sanitarios. En el contexto clínico y psicoeducativo suele aplicarse mindfulness al contenido de la mente, es decir, sobre sensaciones, pensamientos, emociones e impulsos.
La práctica va dirigida a personas, sanas o no, que persiguen el desarrollo espiritual y la transcendencia. No sigue protocolos estructurados, sino que se adscriben a la norma de alguna tradición religiosa específica, generalmente del entorno budista o hinduista. La suelen impartir maestros espirituales o personas con reconocida experiencia en meditación y con unos valores y principios éticos intachables. En este nivel suele trabajarse aplicando mindfulness no solo al contenido de la mente, sino al propio funcionamiento de la mente.
BIBLIOGRAFIA:
García Campayo J. Nuevo Manual de Mindfulness. Barcelona: Siglantana, 2018.
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